Culminando el Mes del Idioma Guaraní y a raíz de un comentario en agradecimiento a unas felicitaciones de cumpleaños de uno de los estudiosos extranjeros más destacados de los últimos tiempos, nos ha impulsado a hacernos esta pregunta: ¿Debe más la lengua guaraní a los de fuera que a los propios paraguayos?
La lengua guaraní, afortunadamente fue defendida y cultivada por los extranjeros desde el inicio mismo de su contacto cosmopolita. Según investigaciones y estudios recientes sobre este tema, podemos seguir una línea que aflora escarbando en la historia y reviviendo a los personajes que intervinieron en tierras guaraníes desde su mismo inicio y que nos conduce por el río que fluye a través del tiempo hasta el primer gobernador español en Paraguay; Domingo Martínez de Irala, con el que nos detendremos un momento.
Según el investigador Miguel Angel Elkoroberezibar, oriundo de la misma ciudad, Bergara- Guipúzcoa, se debe a Martínez de Irala la preservación del idioma guaraní, por el transformo de bilingüismo del que él mismo venía, pues su lengua materna era el euskera (idioma más antiguo de Europa con más 15.000 años de historia) pero debía utilizar el castellano como lengua profesional pues “Es probable que su sensibilidad para la diversidad lingüística pudiera influir en su determinación de preservar el uso del guaraní entre los indígenas, al casar a sus capitanes con las naturales de la tierra, garantizó el desarrollo de la lengua madre de las futuras generaciones” (Fragmento de una comunicación personal de Elkoroberezibar con Adolfo Domingo Aguilera como información de su tesis, 24/12/2007)
Desplácenos en el tiempo, hasta la independencia del Paraguay de la Corona de España el 14 de mayo de 1811, fecha en que el idioma guaraní poseía una producción literaria suficiente como para haber sido la lengua oficial del nuevo Estado (Meliá, 1992: 98,108,194). Nos sigue relatando Bartomeu Meliá, lingüista, antropólogo y sacerdote español, que paradójicamente surge una campaña sostenida de castellanización levantada por la propia sociedad de paraguayos, se inicia un bilingüismo guaraní-castellano. Velázquez (1981) resalta un indicio de este hecho señalando la publicación de las “Instrucciones para maestros de escuelas”, en donde se prohibía el uso de la lengua guaraní en las aulas y se admitía solamente el castellano. Pero en el periodo de la postindependencia del dictador José Gaspar Rodríguez de Francia (1814-1840) estuvo marcada por el uso casi exclusivo de la lengua guaraní.
Veamos otros ejemplos de extranjeros abocados a propiciar la difusión del guaraní, Johann Rudolf Rengger (1795 – 1832): botánico y etnólogo suizo, autor de del libro Viaje al Paraguay en los años 1818 a 1826, donde trata sobre la hidrografía, la zoología o la entomología vernáculas. Desarrolla cuestiones tan dispares como las diferentes etimologías del nombre « Paraguay » (pp. 44-45), la costumbre criolla de enterrar a los muertos en las iglesias (p. 101), la esclavitud (pp. 103-104), los órganos sexuales de los guaraníes y payaguás (pp. 111-112, 134), los abortos voluntarios entre criollos e indígenas (pp. 251-259), las variedades de yerba mate (pp. 349-350) o las técnicas habituales para cazar jaguares (pp. 171-173), armadillos (pp. 177-178) o ñandúes (p. 182). En casi todos los temas mantiene un contrapunto constante con Azara, con quien discrepa en cuestiones bizantinas como la forma apropiada de tomar la temperatura, la cantidad de árboles que hay en Paraguay, la altura promedio de los indígenas guaicurús o la tesis de que los guaraníes saben nadar instintivamente, aun antes de haber entrado jamás al agua.
Aimé Bonpland: (1773 – 1858) Médico y botánico francés vivió en Misiones durante diez años, confinado por el dictador Gaspar Rodríguez de Francia. Se levanto un pedido de clemencia de muchas personalidades mundiales, entre ellas Bolívar, que escribió a José Gaspar de Francia. Pero el prisionero de nada de ello se enteró. Confinado en el sur del país, en Santa María, departamento de Misiones, practicó la medicina y la farmacia, además de dedicarse a la destilación de esencias y favorecer el progreso de la cultura en aquellas tierras. Descalzo, hablaba guaraní con sus pacientes, cultivaba la tierra, y vendía su miel sentado en el suelo de las recovas de Itapúa. Pasaron nueve años y un día del mes de febrero de 1831, sin ninguna explicación, Bonpland fue liberado y conminado a abandonar rápidamente el territorio paraguayo. Al año siguiente llegó a Buenos Aires, después de deambular por el sur del Brasil. Tenía entonces 59 años. En ningún momento se quejó de su cautiverio; hablaba con bondad del dulce pueblo paraguayo y aún se entusiasmaba, como cuando joven, al descubrir las bellezas naturales de la zona subtropical.
Posteriormente en el tiempo podríamos citar a Guido Boggiani (Italia 1861 – 1901) participa en la fundación de la asociación filarmónica denominada Sociedad del Cuarteto en Asunción del Paraguay y se integra a la Revista del Instituto Paraguayo, de la cual llegaría a ser director. Recorre varias veces el Chaco paraguayo, entra en contacto con grupos indígenas, conviviendo con ellos. Reúne anotaciones e ilustraciones, sus trabajos etnográficos serán pioneros en la región, entre ellos se destaca «Los Caduveo. Viaje de un artista en América del Sur», editada en Italia (1895). Se interesaba particularmente en los grafismos tatuados en el cuerpo de los aborígenes, con los cuales decidió convivir. Toma más de 500 fotografías que él mismo revela en medio de la selva.
Moisés Bertoni (1989 – 1929I) “El Sabio Bertoni”, suizo, se lo considera uno de los inmigrantes más extraordinarios que hayan arribado a tierras paraguayas. Investigó exhaustivamente, pasando por las ciencias físico-naturales, la antropología, el ensayo lingüístico e ideológico, las observaciones filosóficas y el comentario histórico. Se dedicó a investigar desde la frecuencia de las lluvias hasta las costumbres de los nativos del lugar e incursionó en lingüística. Bertoni realizó diariamente durante más de cincuenta años la tarea de controlar la humedad, el viento y la temperatura. La aventura de crear una colonia de producción agraria ocupó todo su esfuerzo.
La lista puede ser muy extensa pasando por José Gervasio Artigas (uruguayo) Antonio Guasch, sacerdote y lingüista español, estudioso del guaraní. Josefina Pla, poetisa, ensayista, crítica de arte y periodista española. el propio Bartomeu Meliá. Pero quisiera abreviarla centrando un poco la atención en quien diera pie a este artículo, Wolf Lustig.
Wolf Lustig se interesó por el Paraguay y su cultura bilingüe y es uno de los mayores conocedores de la literatura en guaraní, además del estudioso más notable de esta lengua en Europa, hecho que revela la realización de varios diccionarios, esautor, además, de numerosos trabajos sobre la lengua guaraní por lo que afirma: «Objetivamente, es la lengua más importante de Latinoamérica -dice, sin titubear-. En segundo lugar, a diferencia de otras lenguas americanas importantes, como el quechua, el guaraní es una lengua que da acción a una cultura sudamericana que abarca un gran territorio, hasta el Brasil, hasta donde se extiende el sustrato tupí-guaraní. La lengua une al Paraguay a los países de la región».